14.12.06

Juan Carlos Méndez Guédez

Sinopsis al fondo de la tarde

A José Balza

Primero, ordenar los detalles de la historia en una conciencia que sin ser predecible vaya creando una especie de «esfera», de burbuja, cuyos reflejos evidencien algo a punto de estallar. Luego borrarte, de forma que el texto no sea un guiño personal, una broma entre amigos para saborear junto al tintineo de los rones y la irrupción de Steve Perry. Eso sí, no jugar al truco de los finales sorpresivos, aunque así aparezca el primer problema técnico, pues los vectores del texto se comprimen dando una resolución que deseo suprimir.

a. El hombre de piel quebradiza y fría como la de un lagarto, perdido en su oficina, asediado por las puntadas de su estómago.

b. Su casa, una mujer de cabello crespo y continuo olor a verduras. Dos hijos boquiabiertos ante la fosforescencia irreal del televisor.

c. La mayor aspereza: Caracas, con sus vértigos, su fragmentación continua, y ese oficio de perenne mudanza.

d. El escape. Un morral con algunas ropas y un autobús que rasga la mañana con ruido asmático. Desde las ventanillas, largas y azules montañas estirando la luz hasta adquirir, lentamente, una prolongada forma de dinosaurios.

e. Un anciano de largas y blanquísimas barbas, inmune a su propio olor: una mezcla de cuero húmedo, moho, y toques sulfurosos. Luego, el sonido pendular de sus frases: «La verdad de tu camino te aguarda en la montaña después de semanas de ayunos y visiones».

f. La boca que repite durante meses el neutro sabor de algunas hierbas. Primeras visiones: un dragón que flota sobre las aguas y señala la montaña.

g. La mano del anciano otorgando el consentimiento. Luego caminos de rugosas malezas, de innombrables animales. La neblina apretada sobre el cuerpo igual que una ardorosa tela.

h. Al llegar al punto indicado, una cueva con las señales sagradas. Después una distante voz que musita. «Tras la puerta encontrarás tu verdad».

i. La puerta junto a sus ojos: inscripciones sobre la madera, una espiral que lo adormece. Al abrir, junto con el sonido chirriante de las bisagras, el sol, como una filosa materia encajada en sus párpados. Después de unos minutos, la nitidez progresiva de las formas: una calle de Caracas, los carros esperando furiosos el cambio de semáforo, su mujer y sus hijos en la acera de enfrente.

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© Juan Carlos Méndez Guédez